Lamento del hijo pródigo de una generación

El romanticismo ha muerto,
mata tú a tu inspiración,
mata lo que llevas dentro,
no hay lugar para esa voz.

Ya no queda de lo de antes,
ya no hay mágica ilusión
no hay promesas abrasantes,
no hay tragedias, no hay color.

Han cesado las campanas,
ya no se oye la canción
que alumbraba las mañanas
y que se comía al sol.

Por los huecos de la carne,
se metió la desazón,
y lo que antes era sangre
ahora es frío y negación.

Llega el fin de la dulzura,
de los versos de pasión,
de los gritos de locura
de las palabras de amor.

¡Fuera! Porque en esta luna
se ha llamado a la razón
se han negado las alturas
y se ha muerto el corazón.

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